Imagen obtenida de Internet
Escuchando
el crepitar que me resuena en el pecho,
no es extraño que me ponga a temblar,
llore
y termine maldiciéndome.
Soy el último soplo del cierzo,
el penúltimo sonido
del viento,
y esa es la razón de sentir
el
horror de lo que estoy sintiendo.
Un
día, dejándome guiar por la locura,
envolví
en llanto de canela mi absurdo
y
alzándome en defensor de lo divino,
me
puse a caminar entre las piedras.
Hoy
guardo, a mí pesar, castigándome,
todo
lo que me produce llanto o duele,
para
no olvidarme jamás,
que en esta vida o en la otra,
TODO, más tarde o más
temprano... regresa.
A
la arena de un circo fui a contarle,
para que tú no me oyeras,
cuántos
recuerdos tuyos guardaba
prendidos en el interior de esta caja torácica,
pecho
errático y mortal,
de este desilusionado y enamorado payaso,
que vino al mundo
sólo para amar
aunque fuese a una vulgar quimera.
Mi
cabeza se pone a pensar:
"el amor es la solución de quien ama
y la soledad
de quien nunca amó".
Por esa razón y no otra,
mejor me alejaré tan lejos
en el tiempo
para que
nunca vuelvas a percibir
ni un delicado brote de lo que estoy sintiendo.