Imagen obtenida de Internet
Cada
día me siento más lejos de mi mañana
y
no tengo calma, fe ni ganas.
Al
contrario, me siento viejo, obsoleto y absurdo
y
noto que voy dejando atrás las esperanzas
y
deseos que me quedaban.
Inflexible,
busco en mi interior
"por
sí aún tuviera alguna reserva
de
una época ya olvidada",
y
no, por mucho que la busco...
sigo
sin encontrar nada.
Nada
agita más mi interior
que
el no saber cómo despertaré mañana.
Sin
embargo, mi dolor se asemeja
a
la dura e hiriente "sombra burlona",
la
que se ríe de mí como cada amanecer,
cuando
satisfecha,
despierta
sonriente a mi costado,
al
otro lado de mi cama.
De
nada mi sirve escudarme en el dolor,
si
para ello lo único obvio es despreciarme,
odiarme
o herirme para poder perdonarme
o
tal vez morirme para reencontrarme de nuevo
con
la esperanza, aquella que huyó de mí,
amedrentada,
horrorizada y asqueada.
Cada
día me siento más lejos de mi mañana
y
no tengo calma, fe ni ganas.
Al
contrario, me siento viejo, obsoleto y absurdo
y
noto que voy dejando atrás las esperanzas
y
deseos que me quedaban.
Inflexible,
busco en mi interior
"por
sí aún tuviera alguna reserva
de
una época ya olvidada",
y
no, por mucho que la busco...
sigo
sin encontrar nada.
Nada
agita más mi interior
que
el no saber cómo despertaré mañana.
Sin
embargo, mi dolor se asemeja
a
la dura e hiriente "sombra burlona",
la
que se ríe de mí como cada amanecer,
cuando
satisfecha,
despierta
sonriente a mi costado,
al
otro lado de mi cama.
De
nada mi sirve escudarme en el dolor,
si
para ello lo único obvio es despreciarme,
odiarme
o herirme para poder perdonarme
o
tal vez morirme para reencontrarme de nuevo
con
la esperanza, aquella que huyó de mí,
amedrentada,
horrorizada y asqueada.