Imagen obtenida de Internet
Dormía en ese limbo donde viven los sueños, los que acarician,
miman, abrazan y hacen disfrutar.
En una fantasía que no se encuentra en las calles,
siendo amada por quien no había encontrado en su realidad.
Desde mi lejanía, la observé y hasta penetré en su sueño,
bebiendo de sus gemidos y hasta llegué a sentir sus manos,
sus uñas, pegadas a
sus muslos, arañando mi espalda.
Mientras sus labios no dejaban de besar mi boca
y sus dientes no dejaban ni un instante de morder mi lengua
con deliciosa y salvaje ternura y suavidad.
Cuando la penetré suavemente, dulcemente, sus ojos se
abrieron,
sus palmas se apretaron contra mis glúteos,
sus mejillas se encendieron y su boca, a la vez que la mía,
exhalaron un quejido en forma de ¡te quiero!