Imagen obtenida de Internet
No existe peor desgracia que la desolación
ni mayor desventura para un ser humano
que perder a ese niño que todos llevamos dentro,
tras luchar contra ello y perder también la ilusión.
¿Por qué he tenido que perderlo yo?
No hallo respuesta y me
siento infame,
porque la astilla que desgarra mi pecho
y desangra mi razón,
me
la clavé yo mismo hace años
y entró hasta lo más hondo y profundo de mi
corazón.
Ahora, el desgarro y sudor
son los que nutren mi naturaleza
frágil y gris.
Sonrisas que regalé, hoy son solo carátulas del ayer.
Mientras
mi piel, oscura y cetrina, se me resiste a morir.
Lejano se escucha ya el débil eco de mi corazón senil,
ardiente
late en mi pecho mientras,
me angustio y me grito horrorizado
previendo su
fatal desenlace infeliz.