Imagen obtenida de Internet
Jugamos los dos, excitados
y enardecidos al juego de las
caricias,
nos damos besos ardientes y en profundidad,
y nos recreamos uniendo nuestras
manos
y nuestros cuerpos,
amándonos con pasión y mucha vehemencia.
Ardemos el uno en la otra,
la una en el otro,
fundiendo nuestra soledad.
Dos cuerpos candentes olvidados en
el delirio,
incendiados de la autoestima que da la pasión.
Prófugos que huyen juntos
esquivando a la memoria
o
incendiarios ansiosos de vivir,
amar y gozar en libertad.
Gritos roncos mezclados con saliva
en distintas bocas a la
par,
requiebros y chasquidos de dos cuerpos
que se desean, se aman y agitan estremecidos,
con la necesidad de no querer soltarse jamás.
Besos y gemidos que se ahogan suspirando,
atrapados por noches de lujuria por hoyar.
La calma que precede a una batalla,
una guerra de pasión y sexo por iniciar.
Susurros, llantos y gemidos,
de dos seres que, excitados, se
besan sin cesar,
mordiéndose los labios e intercambiando sus fluidos
sin dejarse
un solo instante de amar.