Mordía ella con ansia mi labio ardiente,
y bebía de mi boca su pasión desbordada.
Los dos ansiosos, encendidos y desatados,
viviendo la lujuria de dos seres
en constante erupción
y
viviendo al límite de un volcán,
furiosos y desencadenados.
Por fin logré penetrar en tu recinto sagrado,
no me importará ya si no logro alcanzar el cielo,
porque ya
conseguí “mi premio”, mi estrella,
cuando logré que me dejaras entrar en tu
universo.
Yazco feliz en nuestra cama,
te miro silencioso y pienso;
“Si
me miras con esos ojos no dudes
que me voy a ahogar,
me hundiré para siempre en tu pupila
y de tu iris azul
intenso,
si quieren salvarme, me habrán de ir a rescatar”.