Imagen obtenida de Internet
Cansado, me senté a descansar
en un banco, sin prisa,
mis pies ya no aguantaban mi peso,
estaban hecho trizas.
Alcé los ojos y la vi,
allí estaba ella, como una rosa,
sonriente. Mis pies
temblaron
nerviosos y excitados,
al sentarse ella junto a mí.
Me contempló embelesada,
sus labios entreabiertos,
anhelando de mí boca, un beso.
La besé con enorme dulzura.
Parecía ella una princesa
de una comedia de Dante.
Y yo tan solo su payaso danzante,
temblando, inseguro,
rojo y vencido a sus encantos.
Tan bella la sentí,
guapa, excitante ¡y tan hermosa!
Que mi cansancio desapareció,
se santiguó el cielo
y volaron en mi estómago
cientos de miles de mariposas.
Hoy ella va de mi mano,
feliz, risueña ¡preciosa!
mientras yo la vivo y gozo cálido,
como un rey, dueño
de su amor, su corazón,
alma y de su flor caprichosa.