Cansado me senté
en un banco donde un joven lloraba,
sus párpados,
pese a todo, permanecieron cerrados,
apretada su boca,
sus manos juntas contra el pecho...
sentí entonces
que se odiaba... y a gritos se maldecía.
Lo miré con
tristeza, melancólico, pensando en mí,
y aproveché ese
instante de dolor para mirar atrás,
cuando yo mismo
estuve en ese banco derrotado igual.
Derrotado, sus
lágrimas eran su único refugio,
su definitiva
forma de soportar su destino,
su inapelable
juicio... su mañana había llegado,
un día, apenas
unas horas ya... lo iban a encerrar.
Sí, todos hemos
jugado a ser jóvenes alguna vez,
hasta quisimos
mucho, nos han querido... hemos perdido
y ganado muchas
veces... hasta encerrarnos por locos.