Transito
en ese lugar donde
naufragan las emociones,
me
mueven por doquier sin sosiego
buscando un refugio para mi mal,
intentando aislar de mí
a esta
ansia infantil que me desespera
y que me
impide despertar.
En mi desesperanzado caminar,
el cielo
formará parte de mi techo,
al igual
que el suelo será,
en un futuro no muy lejano;
la cama
que me acoja en mi final.
Voy y
vuelvo,
describo
de la tarde sus aromas y sabores
y
perfilo de mi parte de hombre,
su figura fantasmal.
Seré del
eco, su cimbreo,
del
viento, su libertad.
No querré
buscar, no, ese destino
que me hunda aún más.
Me
alejaré arropado por los sinsabores,
la
escarcha fundida y fría, me perseguirá…
Aún así
seré uniforme, insípido, sin olores;
seguiré
siendo por siempre… uno más.