Imagen obtenida de Internet
Cuando los vi no di crédito a mis ojos,
toda mí fuerza, sensación de poder u hombría,
se derrumbaron como
un muro de arcilla.
Primero la tristeza se adueñó de todo mi corazón
y me quedé en
silencio…
¿Qué hacía yo no estando ahí con ellos?
Luego, me di cuenta, y mis ojos de lágrimas
se inundaron… y esas
lágrimas,
¡todas eran mías!
Forcé a mis pies a caminar y fui hacia ellos,
y al llegar, abracé y sorbí cuantas lágrimas aún corrían por
mis mejillas
y dejando a un lado la tristeza,
dejé hablar al alma y ella, habló…
y les dijo desgarrada
cuanto los amaba y quería.
A él, lo besé y mojé sin querer,
con las lágrimas saladas de mis ojos,
mientras lo alzaba en mis brazos
y acunaba con amor pues, aún
dormía…
.
Después, sobre sus sábanas de seda,
y en su cuna, lo acosté para que soñara …
A ella acerqué mi frente arrugada, después, con un dulcísimo
beso,
le dije al oído... cuanto la amaba.