Te miro
al negro profundo de tus ojos,
esperando
ver reflejados en ellos la luz
de la
aurora, húmeda y pálida;
con el
aroma inconfundible de la mañana
en sus
brillantes hojas...
Arropados
por el sonido envolvente
del
murmullo de las gotas de rocío
derramadas
suavemente sobre la tierra
que las
toma como alimento
y se las
guarda, caprichosa, en sus entrañas.
Y me
miro en ellos...
cayendo
en la profundidad esquiva y sutil
del alma
que me acaricia y espera...
Tú, la
fiera que arde en llama temblorosa
abrasando
mi corazón,
mientras
me atrapas en un lazo rosa,
con
palabras dulces, ardorosas y hermosas.
Y me
entrego a ti, con arrojo y sin miedo, mirando fijo
a tus
ojos, negros y profundamente misteriosos,
vencido
al fin en tus brazos... ¡a tu cariño!
A la explosión de amor que arde inflamando en
mi pecho,
encontrando
tan solo el consuelo entre las cenizas vivientes de mi desconsuelo, por
quererte y con mucha pasión... ¡amarte!