Anoche
me desperté sobresaltado,
y
al levantar los ojos,
queriendo
ver aquello que me sobresaltó,
me
encontré de frente con un ángel
de
grandes y hermosas alas blancas…
Me
miraba con extraña simpatía,
mudo
e hierático,
tan
solo sus ojos parecían hablarme.
Pensé
entonces en ti... y sin pensarlo dos veces,
le
pregunté con insistencia si sabía de ti.
No
tuve que hacer mucho esfuerzo para hacerle entender
que
era mi amor por ti lo que me hacía insistirle tanto.
Viéndome
tan patético y con los ojos anegados en lágrimas,
consintió
en contentarme y hablarme
de
todo aquello que tanto me hacía sufrir.
Me
senté en la cama y escuché lo que,
dulcemente y mirándome a los ojos me decía:
"Ella
está bien, su tiempo siempre será también tu tiempo,
y
un día os encontraréis los dos,
puede
que no en este año... tampoco en este siglo,
pero,
un día… al fin, os encontraréis".
Cuando
el ángel se fue, (se diluyó en el vacío
como
lo haría una voluta de humo
ante
un soplo de aire frío)...
Me
quedé con la extraña sensación
de
que todo no había sido más que
el
último sueño de un poeta loco y yermo.