Imagen obtenida de Internet
Me voy… terribles son las horas de espera
entre lágrimas broncas y de suplicios innecesarios.
Cargada
enérgicamente sobre mi espalda, la culpa,
me reclama el pago de la deuda.
¡Ah, miserable, iluso!
¿Te creías que lo tenía olvidado?
pastabas como una vaca gorda,
su pasto seco, sin habértelo ganado…
Pobre de mí…
ni mi espíritu me pertenece,
pues hui como un cobarde durante horas…
¿Qué fui infame? ¡Sí! por eso yo
¡Aún la extraño!
Reconozco que al envejecer conmigo,
sus recuerdos me hacen daño…
amada mía… ¡mi aurora!
aquella que me dio los mejores años de
su vida.
Nada es igual ya en las horas postreras
a mi desencanto… la busco, sí, ¿cómo no? ¡era mía!
solo mía… ¡Dios…! ¿Por qué me la arrebataste tan pronto?
era
mi vida y…
¡desde entonces que la estoy llorando!