Imagen obtenida de Internet
Entre
la seda de tus manos y el ansia por poseerte,
vibra
mi pecho enamorado, loco de deseos por ti.
Te
acaricio en inútil intento por retenerte,
vacío de sueños y un loco, enamorado…
incluso algunas veces, desilusionado.
Busco
esos labios humedecidos por los cálices de la vida,
cálidos, palpitantes,
sublimes y amorosos.
Pero
éstos, temerosos, se alejan y me dan la
espalda,
huyen de mí, ardientes, en el
sacrificio de los deseos insatisfechos; siempre en la constante lucha entre el
bien y el mal.
Me
recreo, una vez más, satisfecho, orondo y cargado de poesía, viendo la infame
lágrima que fluye,
derramada por su mirada febril, tan bella ella, mi tierna
aventura… como inocente fue su devenir, en pasos pausados, silenciosos,
huidizos en su desencanto y hermosura.
Al
fin, te digo: ¿te diste cuenta? y tú me contemplas con tristeza: «No, no soy yo
ese príncipe amado y soñado.
"No me mires así... me
sonrojo acobardado.
Solo
fui el héroe que tu dibujaste en un día
de locura,
creando con tu mente infantil a un ser inhumano,
pues eso fue lo único que
lograste hacer de mí.