Estoy sintiendo que me muero,
aterido de frío aguardo sin dolor;
la primera palada de tierra del
enterrador,
la que me hará inmortal a tus ojos
y un Dios omnipresente en tu
corazón.
Leo en tus ojos casi sin mirar,
la pálida sentencia de un beso del
ayer,
aquel del que bebí sin saciarme,
el último que inhalé y no disfruté.
Hoy cauterizo todas mis heridas…
tal vez para olvidar de mi desafortunado
viaje
o rememorar por última vez
lo que contigo jamás pudo ser.
Otros labios lograron despertar en
mí
algo más que lascivia…
caricias, abrazos y orgasmos
o pasiones terrenales,
La muerte… ella fue.