Imagen obtenida de Internet
Me cediste tus privilegios
de supuesta mujer enamorada
para
zaherirme una vez más,
dudando de si me los merecía.
No dudaste no,
cuando eras
objeto idolatrado
de mis letras y de mis alegrías.
Ahora ya no estás conmigo,
me mentías cuando me sonreías,
no
eras aquella mujer
que yo amé y quería,
no, no lo eras y lo lamenté
mientras te
alejabas,
olvidada de mí y de cuanto
te necesitaba y quería.
Hoy tan solo soy un náufrago
en una isla desierta,
inquieta y
lúgubre,
esperando la llegada de la muerte,
no para mí, ni para ti,
sino, para
mi poesía.