En la inmensidad de tu mirada,
Veo yo la senda que he de recorrer,
Lugar remoto donde los haya…
Caricias de una bella y hermosa mujer.
Sintiendo como estoy sintiendo, el
corazón,
En este baile incierto que danza burlón
en mí pecho,
Esperando quizás, al abrazo cálido de
mí amada,
Aquella cuyo nombre no he de
pronunciar.
Duele el alma… ver su imagen
enamorada,
Silenciosa y taciturna mirándose en
el ayer,
Dolor cierto de un amor frustrado y
perdido…
Llagas que sanguinolentas son vencidas
al atardecer.
Eso somos tú y yo, héroes inocentes
del infortunio…
Herederos de lo inconcluso y pensamientos
infinitos,
Buscando tal vez, en el ocaso… un
nuevo amanecer.
Pero ¡no! (me asusta mi grito),
el
silencio no nos ha de vencer.