Me he vaciado por completo,
nada dejé en mi interior.
Camino
desnudo y ando descalzo
sin sentir ningún rubor.
Podría rezar, más soy ateo y
no creo en Dios...
Es cierto, nada en mí parece tener sentido,
hasta la vida, delante de mí ni me mira.
¿Qué más me queda por esperar?
Tal vez por último ¿dejarme llevar por la ira?
Siento dolor, desesperación ¡miedo!
Las lágrimas, gélidas y destempladas
se van apoderando de mí alma,
dejando agrietado a mi corazón roto y dolorido.
Me siento como un trapo de mil usos,
sucio y descolorido.
Helada
ya mi hierática sonrisa,
la que dejé para el final.
Nada ni nadie ya sigue mis
pasos,
ella, la muerte, está conmigo…
ya no quiere esperar.
El tiempo será el único,
en silencio y hasta sarcástico,
que se acerque muy próximo a mí
y me dé la despedida que
merezco
¡morir escuchando su atronador tic, tac!