De un
largo viaje,
la
soledad afligida,
paseaba
sobre mis sueños
y de
ellos en silencio…
se consumía.
Como
desazón en plata,
brillaba
su lágrima ante la mía,
obsoleta
y vieja como,
la
estatua del cesar
que se
creyó Dios…
Entre
sábanas de seda
y oropeles
de nácar.
Viajaba
por esos ríos
de
cegueras y sueños
de amores necios y baldíos
que se sustentaban,
en una
mísera lágrima.
De
veneno me envició el orgullo
y de su
sangre, pura soledad, bebí,
acariciado
tras una dulce entrega…
la que
sin duda un día… me merecí.