Tiro de recuerdos para poder creerme que una vez fui feliz
o
que mi risa fue abierta, constante, sincera.
Inocente y blanca como mi
pensamiento,
ingenuo como el adolescente que una vez fui...
No lo consigo… pudiera ser, si me miro en el espejo,
que me encuentre
con una sonrisa triste de nostalgia...
nostalgia que me provoca saber que mis
hijos están lejos,
y que crecen y se fortalecen sin mí...
Ellos son, cuando estamos juntos,
los únicos que hacen aflorar
a mi cara una sonrisa de felicidad
y los que logran que vuelva a sonreír
porque, cuando estamos todos juntos,
entonces sí, soy feliz y vuelvo a reír.
Mi pensamiento se evade buscando situaciones de felicidad,
aquellas que viví con ellos y a las que he de acudir
para volver a encontrarme
de nuevo y sonreír...
Necesito tanto volver a reír.
Ahora ya no me río ni me divierto,
soy como un rictus amargo
con algo de amable gesto de cordialidad.
Sonrisa de efigie fingida de palpable
infelicidad.
Eco de decepcionantes
experiencias,
situaciones grotescas que viví de indudable irrealidad.