En agua
fría se incendiaron nuestros cuerpos,
tú y yo,
solos en el agua helada, acariciados por las olas.
Sintiendo
como nos inundaba el deseo
y cómo nos dominaban las ansias por gozar de
nuestros cuerpos.
La arena
y nuestras manos cómo única seda
acariciando nuestra tu piel,
el agua
envolviendo y tapando nuestra lujuria,
y el sol
como único testigo mudo y absorto,
fueron
los silenciosos testigos de nuestros deseos insatisfechos.
Rugieron
nuestras bocas y se agitaron nuestros pechos
y el latir
de nuestros corazones bombeaban mar adentro,
creando un volcán que rugía desbordando
sentimientos
y que nos hicieron arder en la lava ardiente de nuestros besos.
Mis
brazos te abarcaron por entero, y mis manos
guiadas
por las olas, te apretaron y empujaron contra mi cuerpo,
tu boca
y la mía se buscaron y se devoraron, se ansiaron y quebraron,
en
suspiros, gemidos y gritos
que se rompían, al mismo tiempo que las olas
golpeaban
contra nuestros dos cuerpos.