Se me fue la
juventud en absurdos desencuentros,
cuerpos que amé
se dejaron arañar por notas sin talento,
por melodías que escuchamos
y que disfrutaron otros antes que yo…
noches repletas
de bailables en salas repletas de inactivos.
Fui absuelto de
una culpabilidad esquiva, traviesa e impávida,
dejándome abrazar
y atesorar por luces que campaban absurdas,
temblando sobre cuerpos femeninos llameantes,
extenuados de
tanto gozarse, de tanto amarse.
Allá que la veo
alejarse, a ella, mi juventud, sola, como un lastre,
tal vez negándose
el reconocer que fue, antes de perderse, amante.
Una joya,
reflectante, casi tanto como nimia y efímera pues, pese adorarla,
se va… se va sí,
sola y olvidada de que un día con ella viví.