Imagen obtenida de Internet
No puede ser ¡estoy solo! ¿Dónde te fuiste de nuevo,
mi amor? enciendo
la luz amarilla de mi habitación
y efectivamente, ella, no está, de nuevo mi mente, me engañó.
Y yo que camino por esta senda,
donde piedras más grandes que
mis piernas,
obstruyen los dominios y veleidades
de este anodino escribiente y fracaso de poeta.
Hoy no me siento dueño de nada,
ni siquiera del aire que entra
en mis pulmones,
todo es regalado, prestado, usado o viejo.
Me siento refugio de danzantes en las sombras,
que esperan
ansiosos ganarme la batalla.
Creen que no he nacido para amar
y que la muerte
ha de ser mi refugio final.
En este corazón que me late deshecho,
que vive casi sin querer
la angustia de las horas.
Me desenvuelvo navegando por un río sin cauce
y
guarnecido por el pesar de las lágrimas de la aurora.
Porque estás tan dentro de mis entrañas,
tan hondo te guardé
en mi corazón
y quedó tu huella tan profunda en mi alma que
¡ahí te llevaré y
vivirás mientras me aliente la vida!