Imagen obtenida de Internet
Hay una voz profunda e inquietante que me llama
y se me
asemeja demasiado al eco rancio de la muerte,
cuando me aproximo a su abismo y allí me paro
a mirarme.
Desafiante y enérgico y con la fuerza que da
el saber que no hay ya vuelta atrás.
La escucho bronca y fría, con esa frialdad que da
el saberse próximo
al amanecer de un desconsolador final…
No es lúcida ni brillante, al contrario,
es oscura y sucia.
Igual que el manto de una nebulosa lejana
que me cubrió y asfixió.
Quise ocultarme a su volumen, a su odioso
y voluptuoso ruido, chirriante sonido
que me envolvió por entero la condición humana,
acallando a la
conciencia hasta trasladarla
de universo y volverla inhumana.
Ustedes entenderán que yo, esté loco…
Huido de mis sentidos más lúcidos,
Me imbuí de raciocinio, me soslayé de hipocresía,
y viaje
hasta este infierno,
Tan solo para encontrarme con mi padre,
Azrael, y dedicarle,
esta, mi poesía.