Imagen obtenida de Internet
No hay tiempo, las manecillas del reloj no paran de girar.
Tiemblo
y no es solo porque mi tiempo se acaba,
la soledad, espantosa, se agita de
placer con solo mirarla.
Hace años que se me abrazó y ahí sigue, pegada a mí y
encantada.
No la culpo, mi cuerpo es cálido, confortable y mullido,
relleno todo de carne y grasas.
Las hay insalubres, también saturadas.
Pero ¿qué le importa? ella solo se alimenta
de mi desgracia.
Una sola vez logré escaparme y,
casi consigo evadirme de su
abrazo,
volverme invisible a sus ojos, opaco también a sus antojos
pero, solo
fue un segundo.
En el siguiente, me poseyó y me hizo suyo.
Hoy, apenas un segundo atrás,
la veo solazarse zampándose con
gula mi destino.