Imagen obtenida de Internet
En
un mundo de nieve donde el frío
cala
los huesos de los mortales,
y
donde el sol nunca los acaricia.
Siento
cómo mis huesos se estremecen
y
se vuelven gelatina.
Ya
no aguantan a mis músculos,
se
quiebran y se deshacen
crujiendo
lastimosamente.
Parecen
gritar a un dios inexistente
implorándole
por sus lustros
que
tenga piedad de ellos.
La
soledad, mientras tanto,
se
apodera de cualquier sentimiento,
los
apresa, los encierra escrupulosamente
entre
sus dedos y los funde para sí,
sin
clemencia alguna, en su propio cuerpo.
Ya
no hay tiempo, la huida no haría otra cosa
que
empeorar mi sufrimiento. Estoy encadenado,
sujeto
a un objeto afilado y sangriento.
Un
profundo agujero en el cuerpo
se
abre paso en canal y muere
desangrándose
en el centro de mi pecho.
Antes
éste corazón fue músculo,
ahora…
una piedra que no para de rodar
y
de vomitar ruido.
Horroroso
es siempre su despertar
por
todo lo que la he querido
y
sin embargo, ella, LA MUERTE,
al
final… me ha vencido.